El Miracleman de Alan Moore es una de las muchas versiones que ha realizado el barbudo guionista inglés del mito de Superman. Recordemos el tratamiento que hace del superhombre en Watchmen, la interpretación del mito que realiza en Supreme y la historias que guionizó en la DC del Hombre de Acero. Por todo ello podemos decir que el concepto filosófico/comiquero del superhombre es una de las muchas obsesiones del genial autor inglés.
Para mí, Miracleman es junto con Watchmen uno de los mejores tebeos de superhéroes que he leído (porque ambos son cómics de superhéroes, aunque hay quién dice que no es así). Desde el primer capítulo sabemos que la historia de este superhéroe va a ser distinta, que nos va a marcar, que va a ser muy dfícil que alguien mejore la interpretación que realiza Moore.
Miracleman es la revisión de un viejo superhéroe ingles llamado Marvelman que era la versión británica del Capitán Marvel de la Fawcett. Como en muchas otras obras suyas basadas en personajes ajenos (véase La Cosa del Pantano) Moore da la vuelta al personaje y lo hace suyo, dándole una interpretación única y personal. Por problemas legales relativos a los derechos sobre el nombre del personaje, cuando Eclipse edita esta serie en EEUU le pone el nombre de Miracleman. La parte gráfica corre a cargo de grandes dibujantes como Gary Leach, Alan Davis o el genial John Totleben.
Aunque la versión que realiza Alan Moore del superhéroe pueda parecer definitiva, el mismo Moore nos demuestra que no es así, cuando da otra versión en Supreme e incluso más recientemente con la serie de superhéroes policiacos Top Ten. Alan Moore no mata al género, sino que le da una nueva dimensión y demuestra que el género es capaz de dar a la historia del cómic otra obra maestra.
El efrentamiento entre Miracleman y Kid Miracleman es de lo mejor que se ha visto en un cómic de superhéroes (aunque el último del que he disfrutado mucho ha sido el de Invencible contra su propio padre). Así, la batalla entre ambos en la que la ciudad de Londres resulta arrasada adquiere unas proporciones épicas. Pero lo mejor de la serie está en sus últimos capítulos ilustrados por un John Totleben inconmensurable, con un dibujo vanguardista, innovador y onírico que refleja a la perfección el proceso por el que atraviesa Miracleman en el que trasciende su condición humana para transformarse en ese Superhombre divino que vigila a la Humanidad desde su atalaya. La reflexión sobre el superhombre de Nietzsche se hace inevitable, ya que nos muestra al superhéroe liberado de todo tipo de atadura moral y las semejanzas con el Dr. Manhattan nos vienen a la mente, de tal manera que Alan Moore nos conduce, en su genial interpretación del mito superheroico, desde el primitivo concepto del superhéroe protector (como si de un nuevo Golem se tratara) creado por unos judíos americanos (Jerry Siegel y Joe Shuster) hasta el concepto ideado por el filósofo alemán Nietzsche y tomado como referencia por el nazismo (el superhombre). Esa es la terrible frontera por la que ha de atravesar el superhéroe, de ser un salvador a convertirse en un tirano o en alguien desposeido de sentimientos que está por encima del Bien o del Mal. Con lo que Alan Moore nos sitúa ante uno de los más grandes temas de la literatura y del arte universal, como es la reflexión sobre el poder, y como los que lo ejercen se separan de sus lazos con la humanidad y, en definitiva, de cualquier pensamiento ético o moral.
Por último desear que alguien publique en España la etapa guionizada por Neil Gaiman, además de una reedición en condiciones de uno de los mejores cómics que yo he leido.
Miracleman es un cómic acojonante. Muy buena tu reseña.
ResponderEliminar