lunes, 6 de marzo de 2006

Alan Moore y Rob Liefeld


El Día del Juicio o cómo Alan Moore da la vuelta al Universo Liefeld. No pensaba yo que este tomo del Día del Juicio coeditado por Aleta y Recerca me fuera a gustar tanto. Alan Moore es el más grande de los guionistas que ha dado el medio, sus propuestas siempre son imaginativas y arriesgadas, y así actuó cuando en el año 1997 aterriza en la editorial creada por Liefeld como "guionista de guionistas" para dar coherencia a algo que no tenía ni pies ni cabeza. Liefeld es el paroxismo del superhéroe llevado a su extremo, los músculos hipertrofiados, las posturas imposibles, los dientes apretados, los pechos voluminosos, las caderas femeninas interminables, la violencia cartoon, el Jack Kirby depurado en su quintaesencia salvaje. Todo eso y más representa Liefeld, pero sin historias, sin argumentos, sin nada que contar salvo el reflejo de una imaginería superheroica desbordada y loca.
Alan Moore aceptó el reto de dar coherencia y un gramo de sensatez a aquel universo, y fruto de esa colaboración surgió una de sus obras cumbre, SUPREME o la enésima versión que hizo el barbudo guionista del mito de Superman. En esta colaboración surge otra obra clave del género, que es este Día del Juicio. En este sentido, este cómic está en la misma línea que el SUPREME de Moore, es una vuelta a los orígenes de los superhéroes, a las edades doradas, ya que se deja atrás el pesimismo de obras como Watchmen o Miracleman y el universo superheroico se llena de colores, de personajes vitales, ridículos muchas veces, infantiles en su planteamiento, pero cargados del sentido de la maravilla propia del género. Moore homenajea al superhéroe, revive el perdido sentido de la aventura, inventa nuevos personajes y los devuelve al Universo Liefeld como si siempre hubiesen estado allí. Así, aparecen vaqueros enmascarados del Oeste americano, bárbaros salvajes a lo Conan, un Tarzán de la selva, un trasunto de Solomón Kane o un grupo a lo JSA llamado los Aliados. Todo es válido para dejarnos ese regusto a cómic clásico de toda la vida.
La investigación del asesinato de una superheroína nos retrotrae e Watchmen, pero la investigación se desarrolla en un juicio imposible dentro de la comunidad superheroica, con un método de investigación atípico que desvela quién es el culpable en una ingeniosa trama sobrenatural en la que no faltan las motivaciones sociales y psicológicas que explican el horrible crimen.
En cuanto al dibujo, Liefeld fiel a su exagerado estilo se ve rodeado de muchos colaboradores, dando a la parte gráfica una variedad muy de agradecer. De todas maneras destacaría el capítulo final que sirve a modo de epílogo y que es un homenaje a uno de los más grandes: Gil Kane. Kane se encontraba cercano a su muerte y Alan Moore le rinde un maravilloso tributo en vida, escribiendo una serie de historias fantásticas y con ese regusto a cómic clásico que sirven para que Kane se luzca con un estilo más sobrio y maduro que en sus obras más clásicas. El mismo Gil Kane aparece en el cómic vestido de astronauta y viajando por las corrientes de la imaginación propulsado por los chorros de tinta y dirigiéndose a ese paraíso en el que viven para siempre los más grandes junto con el rey Kirby.

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