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En una lista como ésta en la que figuran guionistas de la talla de Alan Moore, Rick Veitch o Peter Milligan, no podía faltar Grant Morrison. Y es que este último tomo que cierra la serie Los Invisibles es el mejor cómic del año. Es cierto que el universo surrealista y endogámico de Morrison no es para todos los paladares, que hay que librarse del ser racional para entrar en sus historias y que hay que vivir su lectura como una experiencia cercana a lo psicotrópico. En este sentido estamos cerca del estilo de Shade, el hombre cambiante de Milligan. Se trata de una concepción del cómic heredera de Kirby, en la que este medio de expresión permite los más arriesgados experimentos imaginativos: la creación fantástica por encima de todo, lo irracional, el dominio del subconsciente, el ir más allá, el traspasar los límites de la página de papel, el conectar con el mundo onírico del lector.
Puedo decir que la lectura de este volumen me ha provocado pesadillas, ensoñaciones y que da lugar a las más variadas interpretaciones. Se ha dicho que Los Invisibles influyeron en la creación de la película Matrix, siendo cierto que tiene muchos puntos de contacto. Y es que se trata de una obra sugerente, con muchos detalles biográficos del propio Morrison, llena de influencias provenientes de las lecturas y gustos del genial guionista. Está claro que soy un entusiasta seguidor de Morrison, que todos sus cómics me parecen interesantes, sólo hay que seguir la Doom Patrol para atisbar los cimientos de Los Invisibles, y es que en todos sus guiones está presente la huella del maestro, su estilo, sus obsesiones. Por eso, aunque esté trabajando para las multinacionales americanas, sí que podemos hablar, sobre todo en este caso, de auténtico cómic de autor.